Ser un apasionado del cine y haber llevado un videoclub en Barcelona durante quince años me ha hecho entender que aquello que nos entra por los ojos, es o deja de ser, nos interpela o nos resbala, es importante o no lo es, en base a lo que nos entra por el oído. No necesariamente música. Un simple silencio puede ser tanto o más complejo que un preludio de Rachmaninov. Pero es el poder de la sugestión y la delicadeza de un detalle lo que hace una imagen en movimiento volverse absolutamente increíble.
Es una experiencia enriquecedora poder embellecer un mensaje, convertirlo o adaptarlo a una cierta idea, y es a través del aprendizaje de mis años como músico profesional en bandas y sesiones de grabación, las relaciones con compañeros instrumentistas y otros profesionales del sector, que he podido constituir un equipo de colaboradores con el que trabajar para proveer a agencias o productoras las melodías e ideas que he ido realizando.
Sabemos que, si la publicidad fuera un animal, sería una mezcla de cocodrilo y lobo, aunque casi siempre acabe pareciendo una llama. Y soy consciente de, a veces, la dificultad de los tiempos y de las ideas contrapuestas entre las diferentes capas de tomas de decisión. He aprendido a trabajar, gracias a mi dedicación exclusiva a la música, con el apremio y el ritmo que se pide en este mundo, de hecho he logrado hacer de ello un ejercicio de motivación. Resolver conflictos también puede ser un hobby.